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miércoles, 29 de junio de 2011

No llores Sofia, volveré pronto (3)

Sofía quedó sin palabras tras tan dura noticia, pero a pesar de sus apenas diez años de existencia y la amarga pena que recorría su frágil cuerpo en aquel momento, no dejó que ni una sola lágrima empañase su mirada.
En vez de ello, decidió responder a la carta de su madre y dejarla junto a su cama, con la esperanza de que su mamá regresaría.

"Mami, ya te hecho de menos pero, a pesar de mi tristeza, te he hecho caso y no he dejado que las lágrimas empañen mis ojitos. Espero que vuelvas pronto a abrazarme, a mecerme entre las sábanas para protegerme del frío... sé que todo esto lo haces por mí, porque me quieres tanto como yo a tí. No te preocupes por mí, estaré bien, soñando cada noche con volver a abrazarte. Te escribiré cada día mami, esperando levantarme alguna mañana y encontrarte leyendo ilusionada todas mis cartas sobre tu cama.
Me portaré bien mami, Te quiero."

Sofía se tiró sobre la cama y la abrazó con todas sus fuerzas. Una parte de ella, deseaba llegar como fuera a los Estados Unidos y encontrar a su querida mamá. Pero en el fondo sabía que debía quedarse allí, cuidar de la casa, esperar a que vuelva...

De repente, algo la alejó del ensimismamiento de sus pensamientos y la devolvió nuevamente a la habitación: alguien tocaba la puerta con gran insistencia.

No llores Sofía, volveré pronto (2)

Como cada día, Sofía corrió a la cocina a saludar y abrazar a su mamá, Clara.

Clara tampoco había tenido una vida fácil, pero supo aprender de sus errores y desgracias en vez de ahogarse en sus amargas lágrimas, y eso le permitió, al igual que a Sofía, sonreir a la vida y disfrutar de los pequeños detalles que, aunque muchas veces no nos demos cuenta, dan sentido a nuestras vidas: el cálido abrazo de una madre, un simple beso cariñoso en el momento adecuado, una sonrisa, un gesto de complicidad...

A pesar de todo, Sofía tiene la fortuna de disfrutar de una madre maravillosa, que daría hasta su propia vida por ella... "¡Hola mami!, ¡Hola mami!". Sofía corría y gritaba buscando a su madre pero nadie contestaba. Pensando que mamá aún dormía, corrió hacia su habitación pero no la encontró a ella, sino una carta que llevaba su nombre:

"Mi pequeña Sofía, mi cariñito... a pesar de que alejarme de ti me parte el corazón, tengo que irme a los Estados Unidos a trabajar, sé que es duro, pero es la única manera que hay para seguir adelante; todo esto lo hago por tí, por darte una vida mejor que la que a mí me tocó vivir. Por ello, hemos de estar un tiempo separadas, pero trabajaré sin descanso hasta poder tenerte de nuevo a mi lado. Ahora tienes que ser fuerte, saber sobrevivir, sonreir a la vida más que nunca. Esta dura separación no es definitiva, sino un pequeño paréntesis, una prueba más a la que el destino nos ha hecho enfrentarnos pero que sin ninguna duda superaremos.

No dudes que muy pronto estaré de nuevo a tu lado, y cada día que pase sin tí rezaré por tí y porque nos encontremos lo antes posible.

No llores cielo, todo se arreglará.

Te Quiero"

No llores Sofía, volveré pronto (1)

Era una calurosa mañana de abril, los primeros rayos de un brillante sol ardiente penetraban tímidamente en la habitación de la pequeña Sofía, que aún conservaba una ligera penumbra tras tan larga y fría noche. Poco a poco, aquella oscura habitación fue inundándose de un amplio abanico de suaves luces y sombras, que vislumbraban parte del habitáculo de la joven.

Sofía, abrió sus ojos nuevamente a la dura realidad del mundo, muy diferente a ese reino de fantasía con el que todos soñamos durante la infancia, lleno de fieles y adorables príncipes, dulces y divinas princesitas y todo tipo de amables criaturas que reinan los cuentos infantiles, rebosantes de amor, felicidad e inocencia.
Intentaba mantenerse despierta, pero sus profundos ojos marinos se resistían a abrirse nuevamente a la realidad de su corta pero intensa vida, al día a día.

Pasaron más de dos horas hasta que la pequeña Sofía se desterró de su maravilloso mundo de ensueño y se decidió a levantarse y plantar cara al duro destino que le esperaba.

A pesar de su corta edad, la pequeña ya conocía bien lo que significaba hacer cualquier cosa para salir adelante, pasar hambre, dolor, sufrimiento... pero a pesar de todas las penurias y desdichas con las que día a día tenía que convivir, nunca alejaba aquella dulce sonrisa de sus labios ni la ilusión de su risueña mirada angelical, gracias a las cuales lograba salir adelante y sacarle partido a la vida, a la vez que conseguía transmitir fortaleza y felicidad por cada poro de su piel, iluminando con su cálida luz la vida de sus allegados.